Contrariamente a lo pensado, la actividad física puede reducir la ansiedad por la comida. Hacer actividad física estimula el apetito: un adagio que nos acompaña desde siempre, proporcionando a menudo excusas convenientes para algún exceso en la mesa. Y si esto fuera lo opuesto a la verdad? Es decir, que el movimiento ayudara a perder interés en la comida, ayudando por partida doble, a los que tratan de perder peso?
De acuerdo con un estudio realizado en la Universidad Brigham Young de los Estados Unidos y publicado en la revista Medicina y Ciencia en Deportes y Ejercicio, parece ser que esta segunda hipótesis tiene fundamento. Esta conclusión se produjo después de que los investigadores sometieran a una prueba con una duración de una semana, a un grupo de 35 mujeres, la mitad de las cuales eran de peso normal, mientras que la otra mitad tenía sobrepeso.
En el primer día, se pidió a las voluntarias que realizaran actividad física por la mañana, después de levantarse, caminando a alta velocidad en una cinta de correr, durante 45 minutos. Más tarde se supervisó su actividad cerebral mediante electroencefalogramas, mientras se les mostraban 240 imágenes, la mitad de las cuales eran de alimentos, y la otra mitad de temas neutrales. Después de una semana, al mismo horario, las participantes se sometieron a otro EEG, pero sin haber hecho previamente ejercicio.
También se pidió a las voluntarias que especificasen si durante esa semana habían hecho ejercicio físico y que dieta habían seguido. Los resultados invitan a reflexionar: se determinó, de hecho, que la actividad física después del despertar, ayuda durante el día, a perder el interés en los alimentos: a través del examen de la actividad cerebral de las participantes, se notó una respuesta de interés menos marcada, frente a la visualización de imágenes de alimentos, en los casos que se había realizado ejercicio.
Así pues, pareciera que el movimiento lleva a una disminución del impulso que nos lleva a comer, a menudo más para satisfacer un deseo que una verdadera necesidad de alimento. Por lo tanto, la actividad física mejora la capacidad de sentirse saciado y no, al contrario de lo que se creía, un aumento de la ingesta calórica.
No es cierto, por tanto, que para compensar el esfuerzo físico es necesario comer más: las voluntarias demostraron cómo, en los días en los que se ejercitaron por la mañana, no sintieronla necesidad de variar de manera significativa, su dieta durante el día, ingiriendo más calorías.
Ya todos sabemos que el movimiento aporta beneficios al bienestar no sólo físico sino también psicológico: la satisfacción que se obtiene después de haber hecho un poco de de ejercicios aleja sin esfuerzo la tentación de abrir la nevera y picar algo, para apaciguar a la necesidad de saciarnos de alguna manera. Entonces, ¿Por qué no aprovechar el buen tiempo para empezar a moverse?