Muchas personas que padecen estas dolencias, deben encontrar fuentes alternativas de fibras para incorporar a su dieta. La enfermedad celíaca y la sensibilidad al gluten son dos trastornos, que, aunque diferentes en la intensidad de sus síntomas y su impacto en la calidad de vida, tienen el mismo disparador: el gluten, una proteína que se encuentra en los granos de avena, centeno, trigo, cebada, espelta, kamut y triticale.
Es por esto que, quienes padecen este mal, sobre todo en el caso de la celiaquía, deben eliminar estos granos de su dieta, a fin de evitar sus efectos, a menudo devastadoras sobre la salud.
Sin embargo, como se sabe, los cereales son una fuente importante de fibras vegetales, las cuales juegan un papel vital para el buen funcionamiento del intestino, al que ayudan a regularizar.
Cuando los cereales están ausentes de la dieta es necesario sustituirlos con otros alimentos ricos en fibras, sobre todo, frutas y verduras; cereales integrales libres de gluten, como el arroz integral y su harina; semillas, como las de chía y las de lino; frutos secos: nueces, almendras, avellanas, castañas de Cajú; y también frutas desecadas o deshidratadas, principalmente las ciruelas pasas ya que cumplen un rol fundamental a la hora de recuperar el tránsito intestinal.
Incorporando gradualmente estos alimentos a la dieta se logra aumentar el aporte de fibras de una manera natural y libre de gluten.
Sin embrago, alcanzar la cantidad de fibra necesaria para garantizar un buen funcionamiento de la actividad intestinal, no siempre es fácil. En estos casos y siempre con una consulta previa al médico, se puede recurrir a un suplemento de fibras sin gluten, especialmente diseñado para celíacos y personas con intolerancia al gluten.